Te vengo a dar deleite,
vengo a acabar con tu tristeza.
Soy un cantor,
vengo a deleitar,
vengo a hacer reír a Dios.
¡Soy un cantor!
Este fragmento de un antiguo cantar mexicano precolombino, nos muestra que Dios no es sólo un consuelo para nosotros, también nosotros estamos llamados a "alegrarlo" a él. Los antiguos pensaban que los hombres estaban puestos en la tierra para servir a la divinidad, pero Dios no nos necesita. Si nos necesitara, pues no sería Dios.
Dios nos ama, y sólo desde ese amor, podemos entender que hemos de agradarle. Por eso tratamos de "hacerlo sonreír", como un niño pequeño busca agradar a sus padres, agradecido por sentirse amado por ellos.
En el tiempo de cuaresma son muy populares las penitencias y sacrificios, pero mucho ojo, no podemos pensar que Dios disfrute con nuestro dolor, con nuestra hambre, con nuestras privaciones... todas estas cosas son buenas, pero no porque le agraden a Dios, sino porque nos muestran el gran amor que Dios nos tiene: "Nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido". Por eso, cuando tenemos hambre podemos agradecer que tenemos qué comer y nos tenemos que solidarizar con aquellos que no son tan afortunados como nosotros. "Quiere azul celeste, que le cueste", las cosas fáciles no las apreciamos, si nos esforzamos en lograr algunas metas, descubrimos que Dios nos regala tantas más cosas.
Al hacer tus penitencias y sacrificios en esta cuaresma, ofrécelas a Dios no como una meta, sino como el medio que te ayuda a valorar más el Amor que gratuitamente él te tiene. Y cuando te des cuenta que él te ama, él sonreirá porque tu corazón ha tocado la paz. ¡Ánimo en esta cuaresma, que sea un tiempo de renovación para ti y los tuyos!
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