viernes, 8 de febrero de 2008

El grano de oro


Muchos conocen esta historia, pero vale la pena volver a contarla:


A la orilla del camino un mendigo vio venir una carroza ataviada con las banderas imperiales. ¿Qué hace el emperador por estos lugares de pobreza? - pensó para sí. Pero su sorpresa fu mayor al ver que la carroza se detenía justo enfrente de él. Al ver bajar al emperador con su fino traje de seda, se adelantó y se arrodilló ante él, extendiendo la mano. El emperador le dijo: ¿tienes algo que me puedas dar?. El mendigo, sorprendido por semejante petición, metió la mano en su bolso y buscó lo más insignificante que pudo dar: un grano. El emperador lo tomó, agradeció y se fue. Al regresar a su casa, el mendigo vació su bolso y en medio de monedas, panes y frutas, encontró un pequeño grano de oro. Cúan amargo fue su llanto al pensar que pudo haber ofrecido todo.


Durante la cuaresma, estamos invitados a dar limosna, pero ésta no consiste en dar las monedas que nos estorban en las bolsas del pantalón. Dar limosna es ofrecerNOS a nosotros mismos. Es fácil dar lo que nos sobra, pero compartir parte de lo que necesitamos nos exige una verdadera generosidad. Esta obra sólo se logra con la caridad, con el amor verdadero por el otro, que puede dar sin esperar recompensa. Recordemos lo que dice el dicho: "Nadie es tan rico que no necesite, ni nadie es tan pobre que no pueda dar", o "si todos nos damos la mano, no habrá manos vacías pidiendo pan".

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