martes, 29 de abril de 2008

Las columnas de Heracles


"Lloré cuando estaba en el túnel a punto de entrar en el campo. En el momento en que salí a la cancha todos los hinchas del estadio estaban de pie aplaudiendo. Algo maravilloso, que no se ve todos los días. El recibimiento fue memorable. Hasta el día de hoy no tengo palabras para describir esa emoción”.

Así entraba al terreno de juego Julio González, actual jugador del Tacuary, equipo de primera división de la liga paraguaya de fútbol. Era el 16 de noviembre del 2007. Fue su primer partido después de lo que pasó en diciembre de 2005…

El futuro para un joven futbolista no podía pintar mejor. A sus 24 años ya había salido de su país para jugar en un equipo de la liga italiana. Fue seleccionado para vestir la camiseta de su nación y además iba a jugar el mundial de fútbol de Alemania 2006. Amaba a su esposa y a sus hijos. Una vida perfecta.

Pocos días antes de la Navidad del 2005 conducía su vehículo hacia el aeropuerto de Venecia con la intención de regresar para esas fechas a su país. En el camino sufrió un grave accidente. A pesar de los esfuerzos de los doctores le tuvieron que amputar el brazo izquierdo.

¿Qué no pasaría en esos momentos por la mente de un joven, a quien el mundo le estaba ofreciendo gloria, honor, fama,… y al que en un segundo se le esfumaba todo? La vida de Julio parecía un castillo de naipes que se derrumbaba con un golpecito.

Esta situación vivida por Julio, Luigi Giussani la llama “experiencia de riesgo”. “Es un hiato, un abismo, un vacío…”, donde se presentan radicalmente dos caminos: hundirse en lo profundo de la desesperación o escalar el camino a pesar de las contrariedades de la vida. Después de una experiencia así, no se puede ser el mismo.

Giussani, para plasmar esta idea, usa la imagen mítica de Ulises en su viaje marítimo que le llevaría más allá de las columnas de Heracles. Estas columnas marcaban en ese tiempo el límite de navegación.

Ir más allá implicaba un gran riesgo, aventurarse en un camino inexplorado, introducirse en lo desconocido. Ulises sentía que tenía que tomar la decisión fundamental de seguir esa nueva ruta. Lanzarse. No dejarse vencer por lo límites. Algo le movía a ello.

Julio González, después de su accidente, se encontraba ante sus propias columnas de Heracles. Igualmente había algo que le empujaba a lanzarse. "Dios me regaló el fútbol, una familia, hijos sanos, me regaló poder ir Italia, jugar en mi selección y en todos esos momentos yo nunca le pregunté por qué”, afirmó.

“Estando en el hospital me dije a mí mismo: ¿Por qué ahora le tengo que preguntar a Dios por qué? Debía aceptar las cosas que me estaban pasando y tomar todo en el aspecto más positivo".

Con valor emprendió su nuevo viaje más allá de sus columnas de Heracles.

Su vida cambió esencialmente. Sigue siendo ese hábil futbolista, pero el accidente le tocó las fibras más sensibles de su vida. “Ahora amo la vida más que nunca, comprendí que no vale la pena luchar por cosas materiales, como antes lo hacía. Me importan mis hijos, la salud, las cosas simples y esenciales".

A Julio, la falta de un brazo, no le ha detenido para volver a las canchas del fútbol profesional. Le quedan muchos goles por meter, pero ya ha metido el gol más importante de su vida: ¡Optar por vencer los límites que este mundo le ha puesto para vivir con esperanza!

Autor: Jorge Ranninger, L.C.

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