Domingo Savio murió un 9 de marzo. Para muchos, la muerte es un momento de desesperación, de desagarramiento, de separación, de pérdida... para Domingo Savio, también lo fue, pero no se dejó vencer por eso. Se preguntaba: ¿podré ver desde el cielo a mis amigos? Y al momento de morir, una sonrisa se dibujó en su rostro y exclamó: ¡Qué cosas tan hermosas veo!
En la hora de la muerte cosechamos lo que en la vida hemos sembrado. Cuando a Domingo, durante un recreo, le preguntaban qué haría si supiera que moriría en los próximos minutos, él contestaba con serenidad que seguiría jugando. Tanta es la paz que encontraba en hacer las cosas cotidianas con sencillez y alegría, que la muerte dejó de ser un espectro, un fantasma que lo persiguiera, sino un momento, sí difícil, pero no catastrófico. Que Dios nos conceda a todos una santa muerte.
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