jueves, 6 de marzo de 2008

El que tenga oídos, que oiga...


Esta es una de las frases que Jesús usaba con frecuencia al predicar. Parece algo totalmente lógico, los oídos son para oír. Sin embargo, no siempre es así. Oír, acoger una palabra va más allá de sólo percibir un sonido.
Y nos cuesta oír.
Nos cuesta oír los consejos de los mayores, sus palabras son un discurso largo y en momentos aburrido.
Nos cuesta oír las cosas de los pequeños, nos parecen tan "infantiles", olvidando que cuando éramos pequeños, eran para nosotros las más importantes.
Nos cuesta oír los problemas de nuestros amigos, porque nos gusta más convivir con ellos en la alegría que estar cargando las mismas cargas.
Nos cuesta oír a Dios, que sólo creemos que lo escuchamos en un sermón cada domingo (y si bien nos va), pero no estamos dispuestos a escucharlo en los consejos de nuestros mayores, en las alegrías de los pequeños y en los problemas de los amigos. Tal vez, Jesús hoy te diga: "si tienes oídos para oír, OYE!
Buenos días!!!

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