miércoles, 5 de marzo de 2008

Con los pies en la tierra, con el corazón en el cielo


Cuando era pequeño, mi madre me decía, "fijate por donde caminas, no te vayas a caer". Mientras que mi padre me decía: "alza la cabeza, no te jorobes".
Cuando voy de campamento, tengo que ver muy bien por donde camino, pero no puedo perderme los hermosos paisajes de las montañas, de los amplios cielos azules y las noches estrelladas. Y es curioso, mientras admiro estos paisajes, corro menos peligro de tropezar con las piedras. ¿Será que camino más despacio?, ¿será que mi pie se planta sereno sobre la tierra? No lo sé.
Pero así pasa muchas veces en la vida: si me pongo a ver cada problema, a calcular cada paso y cada acción, estoy temeroso de caer, de que me salgan mal las cosas. Y preso de mis temores, pierdo el rumbo, como cuando en medio del bosque uno no sabe ver las estrellas para recuperar la orientación.
Estas estrellas, estos paisajes, no nos hacen perder el cuidado al caminar, sino que son las metas, el horizonte que buscamos, los sueños que nos mueven. Mientras tenemos la vista fija en la meta, mientras disfrutamos todas las cosas hermosas del camino, tenemos el corazón en el cielo, y los pies bien fijos en la tierra. En cambio, si sólo me fijo en los pasos que doy, mi vida se vuelve sólo un caminar sin rumbo. Poner el corazón en el cielo no puede ser nunca una evasión de la realidad, porque lo que vemos lo vemos con los ojos abiertos.
Lo importante no es no caer, sino saber levantarse.
(foto: Bernardo Garza Ramonfaur)
Buenos días!!!

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