Con la primavera se aleja poco a poco el frío y el calor suave que sentimos hace que las plantas reverdezcan, que aparezcan flores coloridas y hasta nosotros mismos nos sentimos más "enamorados de la vida".
Es una muy buena oportunidad para revalorar este maravilloso don. Vivir es un auténtico milagro: es una sinergía maravillosa de reacciones químicas, de mecanismos biológicos, de relaciones culturales que conforman nuestro ser y el entorno en el que vivimos.
Sentirnos vivos, sabernos parte de esta naturaleza que se renueva, palpar la delicada fragilidad de nuestro cuerpo, es una invitación a cuidar más nuestra salud, nuestros sueños. Tal vez la rutina nos ensimisma en los quehaceres, pero cuando contemplamos una semilla que crece podemos darnos cuenta del dinamismo de la vida y por lo mismo, necesitados de aprovechar cada momento de nuestra existencia para ser felices. No nos quedemos en el invierno, latentes a que cambie el clima de nuestro mundo, seamos constructores de una primavera en el lugar donde nos encontremos. Donde Dios nos sembró, es preciso florecer.
Buenos días!!!
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