martes, 16 de junio de 2009

Novena al Sagrado Corazón. Día 7

16 de junio de 2009
El Corazón de Jesús en la experiencia mística de los santos:
En esta tercera parte tendríamos que citar una galería de grandes santos, lo cual es imposible lógicamente. Recordemos, para empezar, a santa Margarita María Alacoque, que fue la confidente del Sagrado Corazón de Jesús; también a santa Teresa de Jesús, san Juan de la Cruz, san Ignacio de Loyola, san Bernardo, san Buenaventura, santa Gertrudis, santa Catalina de Siena, san Francisco de Asís, y muchísimos otros santos que se han distinguido por esta devoción. Entre los más cercanos a nosotros podemos recordar a uno de los grandes promotores del culto al Corazón de Jesús, citado incluso por el Papa Pío XII, que fue el Padre Mateo Crawley-Boevey; y también a Monseñor Manuel González, el obispo “de los sagrarios abandonados”. Todos ellos, entre tantos otros, han encontrado en el Corazón de Jesús sus delicias. Esto es lo que rezamos en la última de las Letanías: “Cor Iesu, deliciae sanctorum omnium”, “Corazón de Jesús, delicia de todos los santos”. Ellos se han acercado a beber de esa Fuente inexhausta, y penetrando en ella por la llaga del costado hicieron de Cristo su dulzura y su tesoro.
Detengámonos un momento en esa llaga del costado que simboliza, en primer lugar, la invitación de Jesús para que entremos en su intimidad, lo cual es propio de la vida contemplativa. La preciosa llaga simboliza también la reparación que le debemos, además del amor. Esta es una nota esencial en la devoción al Corazón de Jesús. Un Corazón traspasado, herido por sus enemigos, “Víctima peccatorum” (víctima de los pecadores y de los pecados) exige, reclama reparación ¡Cuántas almas santas han ofrecido sus sufrimientos, sus enfermedades, sus sequedades, sus humillaciones, todas sus cruces, para consolar y desagraviar al Corazón de Jesús, ante la falta de amor de tantos hombres. De modo que el que ama, ama reparar las ofensas contra el ser que ama, quiere reivindicar, “vengar”, santamente hablando, los pecados de los hombres. Esta reparación la encontramos expresada en aquella oración en la que san Francisco de Asís le dice al Señor: “donde haya odio, que yo ponga amor, etc...”. De manera que si la lanzada simboliza el pecado y todo lo que hemos hecho sufrir al Corazón de Jesús, nuestro amor hacia El deberá ser reparador.



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