15 de junio de 2009
He aquí, en resumen, los tres aspectos fundamentales de la teología del Corazón de Jesús. En realidad, en el simbolismo del Amor confluyen los otros dos, la ejemplaridad y el dolor. Esto se debe a que en el Amor de Jesús se funden tres realidades o dimensiones, reducidas a la unidad en virtud de la unión hipostática: el Amor propiamente divino del Verbo, segunda Persona de la Santísima Trinidad, y los amores (espiritual y sensible) propios de la Humanidad de Cristo De ahí la armonía perfecta que late en el Corazón de Jesús; es como un nudo, por así decirlo, en donde convergen el Amor infinito de Dios y el amor humano del hombre, a quien Cristo representa como Cabeza del Cuerpo Místico.
De modo que en el Corazón de Jesús tenemos la síntesis de todo el universo, la recapitulación de todas las cosas: la dimensión estrictamente hablando divina, como queda dicho, y la dimensión humana, en su doble vertiente espiritual y sensible. Todo el mundo material está representado, recapitulado, simbolizado, en el amor sensible de Cristo. Todo el mundo espiritual de las almas, de las inteligencias y de los ángeles se encuentra simbolizado, unificado en el Alma de Cristo. Y el Amor eterno de Dios en el mismo Verbo, el Hijo.
Por todo lo que hemos considerado hasta aquí, podemos decir con el Santo Padre Pío XII que la devoción al Corazón de Jesús no es una devoción más, sino que es “la Devoción sustancial” (Cfr. Encíclica Haurietis aquas). Y esto porque se trata del mismo Amor del Verbo encarnado, simbolizado en su Corazón, que representa la Persona divina y la Naturaleza divino-humana de Jesucristo.
En el Corazón de Jesús se encierra toda la economía de la salvación. La gracia santificante brota de este Sacratísimo Corazón, como también los sacramentos, todo lo cual se encuentra simbolizado en las gotas de sangre y agua que brotaron del costado abierto del Redentor. Es san Juan Apóstol, el enamorado del Corazón de Jesús, quien hace notar que después de que el soldado atravesó el costado de Jesús muerto en la cruz, “al instante brotó sangre y agua” (Jn 19,34).
Esas gotas de sangre y agua son al mismo tiempo símbolo de la Iglesia, la Esposa mística, que como segunda Eva, nace del costado herido del Nuevo Adán, dormido en la cruz (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 766).
De modo que en el Corazón de Jesús tenemos la síntesis de todo el universo, la recapitulación de todas las cosas: la dimensión estrictamente hablando divina, como queda dicho, y la dimensión humana, en su doble vertiente espiritual y sensible. Todo el mundo material está representado, recapitulado, simbolizado, en el amor sensible de Cristo. Todo el mundo espiritual de las almas, de las inteligencias y de los ángeles se encuentra simbolizado, unificado en el Alma de Cristo. Y el Amor eterno de Dios en el mismo Verbo, el Hijo.
Por todo lo que hemos considerado hasta aquí, podemos decir con el Santo Padre Pío XII que la devoción al Corazón de Jesús no es una devoción más, sino que es “la Devoción sustancial” (Cfr. Encíclica Haurietis aquas). Y esto porque se trata del mismo Amor del Verbo encarnado, simbolizado en su Corazón, que representa la Persona divina y la Naturaleza divino-humana de Jesucristo.
En el Corazón de Jesús se encierra toda la economía de la salvación. La gracia santificante brota de este Sacratísimo Corazón, como también los sacramentos, todo lo cual se encuentra simbolizado en las gotas de sangre y agua que brotaron del costado abierto del Redentor. Es san Juan Apóstol, el enamorado del Corazón de Jesús, quien hace notar que después de que el soldado atravesó el costado de Jesús muerto en la cruz, “al instante brotó sangre y agua” (Jn 19,34).
Esas gotas de sangre y agua son al mismo tiempo símbolo de la Iglesia, la Esposa mística, que como segunda Eva, nace del costado herido del Nuevo Adán, dormido en la cruz (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 766).
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