jueves, 1 de enero de 2009

"Don Bosco tenía los ojos bien abiertos"


(CIAN, Luciano El sistema educativo de Don Bosco, ed. CCS, Madrid 2001(3), p.182)

Cada vez estoy más convencido que la Obra de Don Bosco fue lo que fue gracias a su mirada inicial. Don Bosco supo abrir los ojos, mirar a su alredor y percibir en los jóvenes la llamada de Dios. Me llama la atención que la mirada de Don Bosco no fue la de un sociólogo, la de un psicólogo o la de un educador social. Don Bosco se insertó en la mirada de Dios sobre el ser humano, en este caso sobre los jóvenes. Miró con el Espíritu y vio el sueño de Dios sobre los jóvenes. Fruto de esta percepción surgió su compromiso con Dios para hacer cumplir estos sueños.

Esta es la agudeza de percepción que Don Bosco vivió y propuso a sus salesianos y educadores. No se trata de mirar, cual fisgón, es más bien una actitud de apertura y receptividad, una intención de caer en los detalles, de descubrir las relaciones, de hacer síntesis de lo visto. Sin una mirada aguda, abierta, comprometida… difícilmente veremos en los jóvenes lo que hay que ver y lo que ellos necesitan que veamos. Podemos seguir mirando a otra parte, podemos continuar observando los defectos y calamidades, podemos persistir en lanzar miradas de futuro cargadas de pesimismo… pero si optamos por este camino estamos en el deber moral de preguntarnos ¿es ésta la mirada de un educador salesiano? ¿merece el joven estas miradas cansadas y resignadas? Más bien no. Yo apuesto por el optimismo, la esperanza, la confianza, el entusiasmo, el trabajo comprometido… esta opción me convence más y me hace sentir más salesiano.

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