jueves, 8 de mayo de 2008

Derechos Humanos, la esperanza cristiana


Se cumple este año el sesenta aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La sensibilidad por los derechos fundamentales ha ido creciendo progresivamente en la sociedad y en la cultura. En torno a ellos se concentra hoy la experiencia moral de la humanidad, de manera que para muchos, hablar de ética social es hablar de derechos humanos. Porque los derechos humanos implican el reconocimiento de la dignidad de la persona, son la base de la convivencia social y el fundamento de la paz; representan el contenido de la justicia y la realización plena del bien común.

Raíces cristianas
Aún reconociendo que los derechos proclamados por la Declaración Universal se basan en la racionalidad y no se vinculan a ninguna creencia religiosa, la herencia y la tradición cristiana resultan decisivas para llegar a su formulación e implantación. Realmente hubo que esperar al cristianismo para que la idea de fraternidad universal, que implican los derechos y la inviolabilidad de la persona, resultara efectiva.En el centro de la vida y del mensaje de Jesús está la proclamación del mandamiento del amor. Jesús establece una vinculación indisoluble entre el amor a Dios y el amor al prójimo, y reduce a este doble mandamiento toda la ley. Es la proclamación de la nueva justicia, que implica necesariamente el reconocimiento de la dignidad de la persona y de los derechos humanos.Actualmente, desde la segunda mitad del siglo XX, la doctrina social de la Iglesia reivindica y enseña los derechos fundamentales del hombre como expresión de una ley natural que expresa y manifiesta la ley eterna de Dios. Pacem in terris de Juan XXIII es propiamente la primera declaración de los derechos humanos por parte del magisterio pontificio: los elenca y reivindica como "derechos naturales". Después, el concilio Vaticano II proclama los derechos humanos, enraizados en la dignidad de la persona y como garantía de la participación social. Juan Pablo II pidió encarecidamente que se inculque en el mundo su estima, promoción y cumplimiento; y a lo largo de todo su pontificado defendió vivamente el derecho a la vida, a la integridad de la persona humana, a la vivienda, a la libertad religiosa, a la información, al trabajo, al salario justo, al desarrollo, etc.

Exigencia moral
Los derechos humanos son, ciertamente, categorías jurídicas. Pero son también exigencias éticas que expresan valores fundamentales: el valor de la persona, el reconocimiento de su autonomía y dignidad, el valor de la libertad, de la justicia, la solidaridad, el bien común. Hoy suponen, quizás, el horizonte más expresivo del progreso moral de nuestro mundo.Los cristianos podemos considerar su defensa y realización como una exigencia que nace del núcleo mismo del evangelio. Las exigencias del Reino de Dios suponen un programa de justicia social que lleve a plenitud los derechos humanos. Considerados como orientación moral de la vida social, pueden significar un importante punto de convergencia para cuantos luchan y se comprometen por la dignidad de la persona y el establecimiento de la justicia social. Cristianos y no cristianos estamos comprometidos en la promoción y protección de los derechos humanos.Pero, al hablar de derechos, conviene advertir también que derechos y deberes se reclaman mutuamente. Y, sobre todo, desde la perspectiva moral hay que superar la ambigüedad existente entre la afirmación teórica y la práctica concreta. Es decir, una cosa es afirmar sobre el papel (incluso constitucional) los derechos humanos y otra garantizarlos efectivamente, sin discriminación alguna, a todos los ciudadanos. No basta la proclamación formal. Es necesario que lleguen a ser verdaderos "derechos subjetivos" que puedan ser exigidos por los individuos.

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